2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y EL SIGLO XX
En época contemporánea, en plena industrialización del país, se continuarán explotando el yeso, la cal y la sal, pero se añadirán dos nuevos, el carbón y la potasa.
El descubrimiento de las sales potásicas en Súria será un punto de inflexión que marcará y transformará para siempre la historia y el paisaje de este rincón del mundo.
LAS MINAS DE CARBÓN
En el siglo XIX, con la eclosión del textil, la demanda de carbón se disparó. En Súria se registraron diversas concesiones mineras de carbón que nunca llegaron a ponerse en funcionamiento. En Castelltallat, sin embargo, se explotaron varias minas carboníferas hasta los años 1940-1950. El carbón extraído de estas explotaciones eran lignitos de muy baja calidad y el negocio resultaría poco rentable.
Algunas de estas minas de carbón eran de propietarios surienses, y en ellas trabajaron muchos jóvenes de Súria, a cambio de librarse del servicio militar.
EL ESTANCO DE PRODUCTOS
La sal o el tabaco, entre otros, eran productos estancados por el Estado. Esto quería decir que su venta y distribución estaban bajo control estatal y sólo podía hacerse con su autorización, a través de los puntos oficiales designados, como los alfolís para la distribución al por mayor, y los toldos como puntos de venta directa. Los productores, transportistas y vendedores de estos productos, también estaban controlados por el estado, y tenían la obligación de llevar un registro de todo el material con el que comerciaban.
El estado cobraba a los consumidores un precio muy por encima del coste real del producto estancado; en cambio él pagaba un precio fijado a los productores, transportistas y distribuidores del producto. Todo este sistema impositivo daba grandes ganancias al estado, lo que le permitía financiar sus arcas.
EL CONTRABANDO DE LA SAL
En el principado de Cataluña, la sal fue un producto estancado a partir de 1715. La gran diferencia entre su coste y lo que el estado hacía pagar, generaba todo tipo de picaresca, corruptelas, robos y contrabando. Además, el hecho de que la sal tienda a acumular humedad y que las condiciones ambientales puedan modificar su peso y volumen, dificultaba su control por parte de las autoridades.
Desde el inicio del estanco, se creó una policía tributaria dedicada a perseguir el contrabando de la sal, que se llamaba el Resguardo de la sal. Hacia 1820, este cuerpo estaba formado por 28 oficiales y 770 dependientes en toda la corona española, y se encargaban de controlar el peso de la sal, de clausurar las minas no autorizadas, y de perseguir a los contrabandistas.
LA FIEBRE DE LAS MINAS DE SAL
A partir del 1 de enero de 1870 se abolió el estanco de la sal en España y se liberalizó su explotación y comercio. De esta forma se ponía fin a un largo monopolio que el Estado había ejercido sobre este producto de primera necesidad. También se abrían las puertas a la privatización de este negocio para los inversores capitalistas; el margen de beneficio se preveía elevado. Este hecho provocaría una fiebre para encontrar nuevas minas de sal y recuperar antiguas, para ponerlas de nuevo en explotación.
En los años siguientes a la liberalización de la sal se registrarían una buena cantidad de nuevas minas en todas las áreas ricas en este mineral, como ocurrió en Súria.